La definición de pandemia es la afectación de una enfermedad infecciosa humana a lo largo de un área geográfica extensa. Recae sobre la mayor parte de la población mundial y el efecto sobre la salud mental es un fenómeno concomitante e inevitable a esta situación. La pandemia nos afecta a todos, y puede provocar una crisis de diversa magnitud de acuerdo con características bilógicas, psicológicas y sociales del individuo y de los grupos.
En primer lugar, es una amenaza directa y constante a la salud física y a la vida. Además, estamos en contacto permanente con noticias sobre lo que pasa y ha pasado en nuestro país y en el mundo, lo que nos mantiene en un estado de alerta. Esto ya es una primera fuente de estrés. Segundo, la forma de combatir esta amenaza a nivel poblacional y de estado, requiere de una actitud de autocuidado y cuidado de los demás, pero prescindiendo, ojalá, del contacto directo con otras personas. Esto ya genera un nuevo estresor, relacionado con el confinamiento y la pérdida de las redes sociales de apoyo. En tercer lugar, la situación nos obliga a alterar las rutinas que eran consideradas básicas y establecidas; como trabajar, ir al colegio, reunirnos con amigos, etc. Las cuarentenas que tienen una base epidemiológica para su implementación son fuente de estrés por el encierro y el aumento de intensidad de las relaciones y fenómenos que ocurren dentro del hogar.
La incertidumbre es una compañera constante de la nueva rutina. Si consideramos la salud mental de niños, niñas y adolescentes (NNA), debemos pensar que estamos hablando de una población diversa en sus características y condiciones, que está al cuidado de otra población diversa (cuidadores y principales referentes), que tambié está sometida a niveles importantes de estrés e incertidumbre.
En el caso de NNA hay ciertas características que debemos tener en cuenta. Los niños y adolescentes de esta generación nacieron y están habituados a un mundo donde las demandas más rutinarias y domésticas pueden ser resueltas de manera inmediata y automática; ante cualquier duda o necesidad, se acude como consulta inmediata a fuentes de información de internet, y si la respuesta no se encuentra allí, se recurre a las redes sociales con pares y otros relevantes. La situación de pandemia nos obliga a tolerar y desarrollar la paciencia y sobrellevar la incertidumbre.
Los niños, niñas y adolescentes (sobre todo) encuentran en su grupo de pares un ámbito de socialización y referencia fundamental, relación que se ha visto impedida en diversos grados. El adolescente, además, por las características de este periodo de desarrollo (autocentrado), puede tener la vivencia de que esto le ocurre solo a él, como un fenómeno negativo personal, pudiendo perder la visión más general de que esto está afectando a todos, aumentando su sensación de soledad y aislamiento.
Con todos los factores y situaciones mencionadas, es esperable la aparición de síntomas como alteración de las rutinas de sueño y mal dormir, síntomas ansiosos y depresivos, desesperanza, irritabilidad, etc. Cuando estos invaden todas las áreas del individuo y existe una afectación importante de su funcionamiento, estamos entrando en el área de la enfermedad. Cuadros como trastornos ansiosos y depresivos, entre otros, requieren una consulta a profesionales de la salud mental: médico familiar, psicólogo o psiquiatra infanto-juvenil.
Sugerencias generales de manejo de la salud mental en pandemia para NNA:
– Cuidado de la salud mental de los padres y guardadores: autocuidado.
– Manejar el acceso a información sobre la pandemia, sobre todo en niños pequeños. Con adolescentes, ayudarlos a criticar y enjuiciar la información disponible.
– Incorporar las rutinas simples de cuidado en pandemia como el uso de mascarilla, distancia social y lavado de manos.
– Mantención de una rutina de sueño y alimentación adecuada. Evitar el desorden de las rutinas, aunque aplicando flexibilidad.
– Flexibilizar el trabajo escolar. Tener exigencias adecuadas al periodo anormal.
– Realizar actividad física simple, varias veces por semana.
– Salir del hogar para cambiar el contexto y caminar, con las medidas de seguridad recomendadas. Incluso en tiempos de cuarentena existen permisos programados para NNA.
– Buscar momentos y lugares, dentro de la casa, de ocio y esparcimiento.
– Realizar actividades placenteras en familia.
– Compartir tareas y responsabilidades de la casa, según la edad del NNA.
– Ejercer “tiempos fuera” cuando hay crisis y discusiones; buscar un lugar aparte, intentar respirar profundo y calmarse para volver a conversar después.
– Intentar enfrentar los problemas “día a día”, ya que el futuro es incierto y no podemos controlarlo.
Por Carolina Llorente Dobbs, académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC