La palabra estigma proviene del latín stigma, que significa marca o señal en el cuerpo. En 1963, el sociólogo Erwin Goffman, en su publicación “Estigma: la identidad deteriorada”, define el fenómeno del estigma como una condición, atributo, rasgo o comportamiento que hace que su portador genere una respuesta negativa y sea visto como culturalmente inaceptable o inferior. El estigma es la etiqueta negativa que se pone sobre las personas y que les resulta muy difícil desprenderse de ella, en el caso de las personas con trastornos mentales, la sociedad suele etiquetarlos de peligrosos, de débiles e inútiles, lo que genera actitudes y actos discriminatorios de rechazo hacia ellos.
En Chile y el mundo, hasta hace unas décadas, existía la mentalidad de que las personas que padecían de un trastorno mental, debían pasar su vida encerrados en un manicomio, escondidas de la sociedad. Este concepto ha ido evolucionando, pero quienes se ven afectados por este tipo de enfermedades continúan siendo altamente estigmatizados y discriminados. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el estigma en salud mental es un problema global y la lucha para erradicarlo tiene que ser una prioridad en cualquier sociedad democrática y libre.
La percepción que tiene la sociedad acerca de la enfermedad mental, muchas veces está basada sólo en prejuicios, sesgados por el desconocimiento y la desinformación, influenciados muchas veces por el sensacionalismo de los medios de comunicación, que juegan un rol fundamental en la generación de éstos, frente a las enfermedades mentales y a las personas que las padecen. Existen casos reportados en donde personas con un trastorno mental han sido responsables de cometer actos de violencia graves, sin embargo la mayor parte de los estudios epidemiológicos no confirman que las personas con trastorno mental sean más violentas que el resto de la población.
Es necesario eliminar el estigma, ya que las personas con trastornos mentales deben enfrentar no sólo los síntomas propios de su cuadro, sino que deben hacer frente a los efectos del estigma, los que tienen grandes consecuencias tanto en su calidad de vida como en su proceso de integración social. Las dificultades que ellos experimentan son en distintos niveles, menos oportunidades laborales, académicas, sociales e incluso a prestaciones de salud. La lucha contra el estigma requiere de la cooperación, no sólo de las personas que la padecen y de sus familias, sino de múltiples organismos tanto públicos como privados. Es importante educar a la población de manera adecuada acerca de las enfermedades mentales, reconocer que con una enfermedad mental controlada y aceptada se puede llevar una vida normal, integrarse en la comunidad, estudiar, trabajar y relacionarse. La disminución del estigma alrededor del paciente con enfermedad mental puede promover que éstos sean atendidos de manera más temprana, mejorar sus redes de apoyo, que la evolución y el pronóstico sean más favorables, que los individuos se reintegren lo más pronto posible y de la mejor manera a la sociedad.
Por Cristián Soto Álvarez
Residente, Programa Especialización en Psiquiatría Adultos, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC