Lamentablemente las personas mayores han cobrado protagonismo con la pandemia, debido a que son el grupo mas vulnerable a esta enfermedad. Como se sabe, el Ministerio de Salud en Chile decretó, desde el viernes 15 de mayo, cuarentena obligatoria para los adultos mayores sobre 75 años como medida preventiva, con el fin de disminuir el riesgo de hospitalización, conexión a ventilación mecánica y muerte (según datos aportados por la misma cartera, más de 25% de los fallecimientos durante la pandemia se registran entre personas de 75 años o más).
La medida abarca más de un millón personas que están por encima de ese rango etario. De acuerdo a la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) 2017, en 2020 los adultos mayores con 75 años o más llegarán a 1.017.950, concentrados en las regiones Metropolitana, Valparaíso y del Biobío. En nuestra región, 73.821 personas tienen más de 75 años según el Censo de 2017 (de un total de 1.556.805 habitantes), por lo anterior, se hace imperante su cuidado y conocer los procedimientos para poder asistirlos y apoyarlos.
No debemos desconocer que las personas mayores tienen factores de riesgo fácilmente reconocibles, como la vulnerabilidad biológica y el desgaste del organismo. Pero también existen factores de riesgo que siempre están presentes y a veces desconocemos o “no queremos ver”, entre los que se incluyen los mitos, prejuicios y discriminación; entonces esta medida es ¿preventiva o discriminatoria?
La cuarentena obligatoria es comprensible en torno a la necesidad de protección de la salud publica, pero al mismo tiempo es discriminatoria en base a la edad, trasgrede el derecho a la salud y la vida, al derecho de elegir de qué manera vivirla, siempre que no se ponga en riesgo el derecho de otros. Si nuestras personas mayores acatan las medidas como el uso de mascarillas, no congregarse o juntarse con más personas, solo salir cuando es necesario, ¿se justifica esta medida?, por lo menos lo hace cuestionable.
El encierro, aunque sea voluntario, puede llegar a producir aburrimiento, miedo, angustia, ansiedad, enojo, rabia entre otras reacciones emocionales, las cuales son entendibles ante la incertidumbre que se vive tanto en la salud, lo social y lo económico. Sin embargo, estas emociones pueden llegar a manifestarse como enfermedades mentales. Entonces, en vez de ayudar estamos perjudicando tanto a ellos como a sus familias, quienes son sus principales proveedores de cuidados, afectando su salud, tanto física como mental.
Existe el concepto de sobrecarga, que se refiere a cómo los cuidadores perciben cambios en su salud, vida social y personal, y situación económica. Esta labor puede generar problemas emocionales o trastornos psiquiátricos, como la ansiedad y la depresión, además de enfermedades en la persona que es cuidada, con maltrato y su pronta institucionalización. Entonces, cómo podemos evitar que esto suceda: interviniendo para que nuestra persona mayor esté bien dentro del aislamiento, no dejarlo solo, ayudarlo a adaptarse a esta cercanía virtual y no física, incorporando o potenciando herramientas tecnológicas en la medida de lo posible, a través del WhatsApp, Facebook o videollamadas por plataformas como Zoom. Vale decir, aislarlo, pero no dejarlo solo. También podemos intervenir en el cuidador mejorando o potenciando su calidad de vida, capacidad de autocuidado, red de apoyo social y competencias para afrontar problemas conductuales y clínicos del paciente cuidado.
En este periodo los dispositivos de salud, a pesar de no estar atendiendo en forma habitual, sí están cercanos a la comunidad, a través de llamadas, videollamadas, contacto vía mail, etc. y por consultas presenciales en casos muy puntuales (descompensación de patologías de base, riesgo de agresión a sí mismo o terceros). Por lo cual, si usted es una persona mayor o un cuidador y está en una situación de vulnerabilidad física o emocional, no dude en pedir apoyo.
Por Alejandra Flores Zamora
Médico cirujano especialista en psiquiatría, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC